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La gran bestia Pop

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Si fuera libre, no tendría que rascar la puerta para salir al patio. Si fuera libre, correría todo el día tras las ruedas de los autos. Si fuera libre, volvería al sexo, a las perras, al amor. Pero hacía un año que Pop comía alimento de perro, olía bien y tenía un collar plateado alrededor del cuello. Extrañaba vagar sin rumbo y dormir sobre el asfalto caliente. Lamentó haber cambiado su libertad por   un techo y un plato de comida.

A un millón de años luz de casa

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Varados en Ulon, los astronautas mantenían contacto con sus seres queridos gracias al internet galáctico. El sistema estaba apoyado en una cadena de satélites, de ubicación estratégica, en distintos puntos de la Vía Láctea.

Un avión

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   Juanjo revuelve papeles. En medio de la confusión de los últimos días, cree que podrían otorgarle algo de claridad. Miedos surtidos devoran su mente, retrasando decisiones inevitables.

Ana Lluvia

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Antes de irse a dormir la siesta, Anselmo gruñó:  -El año está perdido.   Su esposa no dijo nada, estaba harta  de escucharlo quejarse.  Empujó la silla de ruedas de su madre hasta el dormitorio. Al llegar, tomó sus carnes flácidas,  la acomodó en su cama de hierro forjado, y la arropó como a un niño.
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Albiazul -Anoche soñé con Dirty. Lo veía   saludándome con su sonrisa de nene. - Ese negro no sonreía, mostraba los agujeros. -Pero tenía una sonrisa de nene, entendés. De esas que salen cuando uno es feliz, así   de la nada. -No sé,   yo nunca lo hablé. Sólo me acuerdo que una vez le pasé al lado y tenía   un olor a mugre que me revolvió el estómago. - Yo lo saludaba todos los días, cuando el semáforo estaba rojo. -Vos siempre tan sensible. Sos un ángel mi amor.    Fernando mira a los ojos a la colorada, frases como las que acaba de decir provocan en él una mezcla de angustia y asco. 

Ejercicio de oxímoron

Todos los santos criminales resucitan a la madrugada bendiciendo blasfemias de borrachos. Un pesimista feliz diluye argumentos en olvido. Hay un movimiento estático cada vez que corremos hacia algo que ya hemos alcanzado. Toda ficción es una verdad discordante. Una suerte desgraciada desparrama errores en lo más íntimo. Qué sería de Dios sin el Diablo.

Sábado

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            Yo sé que hace mucho me preguntaste, hijo querido, por qué nunca me saco este rosario, si yo no creo en Dios, ni en la Virgen, ni en nada que se le parezca. Entonces me hice el sonso, como hago siempre que me preguntai de matemática o ciencia sociale. Te contesté que era un regalo de tu tata, que es media bruja, pero no te dije por qué ni para qué lo llevo siempre cerquita mío. Resulta que las gringa son mi debilidá, varón, pa´ qué negarlo si antes de conocer     a tu vieja, cometí infinidá de locuras   por ese pelo dorado. Una de esa historia pasó una noche de sábado, cuando yo era un pibe y fui al baile con un compañero de obra al que la decíamo Tula.   Por ese tiempo, éramo culo y calzón con el pibe.             Hacía media hora que habíamo entrado al Estadio del centro  y la gente se multiplicaba como conejos. Entonces, el Tula reclamó su derecho a bailá con la más linda.